13 mayo 2009

Biografía



Consuelo Orb Castellano:

Nací póstuma. Mi madre volvió a su casa materna con mi pequeña hermana, única, a esperar que yo naciera. Fue un 30 de Enero bajo el signo de Acuario del año 1942 cuando aparecí en la vida y me pusieron Consuelo, un nombre representativo en ese momento de dolor que aquejaba a mi madre. La casona, como la llamo yo con nostalgia, era una enorme casa de campo situada en esos tiempos en la parte alta de la ciudad. Sus calles aún no pavimentadas dejaban ver los espacios inundados de naturaleza. Carretelas, camiones lecheros, vendedores de enormes planchas de hielo que se compraban semanalmente para colocarlos al interior de la hielera.
Así crecí, en un hogar cercado donde la gran puerta de entrada no dejaba casi pasar el mundo exterior. Alegría, juegos, primos, nanas, todo un mundo familiar sucedía adentro. Los tíos se fueron casando y a medida de sus ingresos fueron dejando la casa paterna. Ya en la pubertad la casona se hizo más pequeña y sólo vivíamos mi abuela, mi madre, mi hermana y yo, atendidas por esas nanas amigas que formaban parte de la familia. El mundo mágico de la niñez, el parrón de multicolores uvas, la cancha de tenis, el kuchen (lugar construido en los altos del garaje para los trabajos manuales, estudio, etc.…) permanecen que hoy ha vuelto para mí. Desde pequeña mi madre nos integró a su mundo intelectual del aprendizaje. Lectura, obras de teatro, estudios de ballet, exposiciones, mañanas bohemias en el café donde se reunían los artistas para debatir sus vidas.
Estudie en el colegio de madres Ursulinas desde primera preparatoria ya que en Zinder debieron retirarme porque me negaba a asistir. La felicidad del hogar era muy fuerte en comparación al colegio. Aprendí la responsabilidad y el orden dentro de mí, aprendí a valorar las cosas por sí mismas sin mirar el entorno. Salí a los 16 años con todos mis estudios al día. Todo el arte me atraía, sobremanera el teatro y la literatura. Las dos carreras tenían similitud de horarios en la universidad, entonces opté por presentarme en la escuela de Arte de la Universidad Católica para decidir a que carrera sentía que debía optar. El paso por la escuela fue maravillosamente impactante para mí. Ser alumna de maestros como Nemesio Antúnez, Mario Carreño, Roser Bru y especialmente Sewell Sillman profesor de color hicieron que toda duda se disipara.
Aprendí con él a mirar, observar cada detalle que captara mi ojo, colores, olores, sensaciones al tacto, texturas. Me abrió para toda una vida esa capacidad de observar lo que uno no descubre por sí mismo. Su frase era: la gente pasa, mira pero no ve.
Trabajé con ahínco abriendo el taller de dibujo los sábados en la mañana con mi amiga Marta donde llevábamos un modelo niño para dibujar. El horario para mí era intenso, trabajábamos con un grupo hasta la madrugada para iniciar nuevamente otro día lleno de actividades. El arte llenaba mi espíritu. Con la tendencia abstracta de la pintura me vi forzada a pintar en casa ese mundo tan propio al cuál pertenecía. Colores fuertes y contrastantes salían de mi paleta
estampando en cada uno de mis cuadros los momentos del diario vivir. Interiores, cómodas, manteles, pequeños detalles que reflejan el momento suspendido de lo que ahí está, lo existente.
Fue cuando hice mi primera exposición a solicitud del crítico de arte Víctor Carvacho. Continué pintando como centro de mi existencia, hasta que al año de haberme casado falleció mi madre a temprana edad. Se produjo en ese momento una ruptura entre el arte y yo. Abandoné la escuela y no me recibí. No volví a tratar gente que me relacionara con todo ese mundo de apoyo e incentivos en el que yo vivía. Tuve tres hijos, trabajé de maestra en arte y artesanía en el colegio Maissonnette. Pasaron once años y tomé la determinación de integrarme nuevamente a la universidad. Continuaba pintando aunque ahora los cuadros eran solamente míos, temor a la crítica, a las exposiciones, a que lo que enfrentaba no sería lo mismo. Me recibí sobresaliente en la Universidad Católica y comencé de nuevo mi vida pública dentro de la pintura. Exhibiciones en diferentes galerías, cuadros seleccionados en giras por el exterior y un continuar trabajando hasta el día de hoy. Si me preguntan ¿Cuándo comencé a pintar? Debo responder: desde siempre, en el colegio llamaban a mi mamá porque dibujaba en los bordes de los cuadernos y pintaba flores cuando caía una mancha de tinta alrededor de ella.
Sólo tenía seis años.
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